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sábado, 27 de febrero de 2010

La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana

(...) Si las mujeres son las fuentes más tempranas del cuidado emocional y de la nutrición física para los niños tanto del sexo femenino como del masculino, parecería lógico, al menos desde una perspectiva feminista, plantear las preguntas siguientes: si la búsqueda de amor y ternura en ambos sexos no lleva originalmente hacia las mujeres; por qué de hecho alguna vez las mujeres querrían dar una nueva dirección a esa búsqueda; por qué la supervivencia de la especie, los medios de fecundación y las relaciones emocionales y eróticas deberían, en todo caso, volverse tan rígidamente identificados los unos con las otras; y por qué deberían de encontrarse constricciones tan estrictas para obtener a fuerzas la lealtad emocional y erótica de la mujer y su subordinación a los hombres. Dudo que suficientes estudiosas y teóricas feministas hayan hecho el esfuerzo de reconocer las fuerzas sociales que arrancan las energías emocionales y eróticas de las mujeres de ellas mismas, de las otras mujeres y de los valores identificados con la feminidad. Estas fuerzas, como trataré de mostrar, van de la esclavización física literal hasta el disfrazamiento y la distorsión de opciones posibles. (...)

En su ensayo "El origen de la familia", Kathleen Gough enumera ocho características del poder masculino en sociedades arcaicas y contemporáneas, características que quisiera usar como marco de referencia: "la capacidad de los hombres de negar la sexualidad de las mujeres o de imponerla a ellas; administrar o explotar su trabajo para controlar su producto; controlar a sus hijos o despojarlas de ellos; encerrarlas físicamente e impedir su circulación; o negarles el acceso a grandes áreas del conocimiento social y de los logros culturales". [1] (...)



Es fácil de reconocer que las formas en que se manifiesta el poder masculino obligan a la heterosexualidad. Cada una de las formas contribuye al conjunto de fuerzas dentro de las cuales las mujeres han sido convencidas de que el matrimonio y la orientación sexual hacia los hombres son componentes inevitables de sus vidas, aunque sean insatisfactorios u opresivos. El cinturón de castidad, el matrimonio infantil, la erradicación de la existencia lesbiana (excepto como exótica y perversa) del arte, la literatura y el cine, la idealización del amor y el matrimonio heterosexual; todas estas son formas bastante obvias de compulsión, las primeras dos con el concurso de la fuerza física, las otras dos con el control de la conciencia. Mientras que las feministas han atacado la clitoridectomía como una forma de tortura contra las mujeres, [2] Kathleen Barry fue la primera en señalar que esto no es simplemente un modo de convertir a una muchacha en mujer "casable" mediante una cirugía brutal. Tiene como objeto que las mujeres en la proximidad íntima del matrimonio polígamo no quieran formar relaciones sexuales entre ellas, que—desde una perspectiva masculina y genital fetichista—las conexiones eróticas femeninas estarán literalmente excluidas incluso en una situación de segregación de sexos. (...)



En su estudio brillante El hostigamiento sexual de las mujeres trabajadoras: Un caso de discriminación sexual, Catharine A. MacKinnon traza la intersección de la heterosexualidad obligatoria y la economía. Bajo el capitalismo, las mujeres son segregadas horizontalmente por sexo y ocupan una posición estructuralmente inferior en el lugar de trabajo. (...) Ella cita una gran cantidad de material que documenta el hecho de que a las mujeres no sólo se les segrega en trabajos de servicio mal pagados (como secretarias, empleadas domésticas, nanas, operadoras telefónicas, educadoras, meseras), sino que además la "sexualización de la mujer" es parte del trabajo. Un requisito central e intrínseco a las realidades económicas de la vida de las mujeres es el de que las mujeres "ofrecerán comercialmente su atractivo a los hombres, que tienden a detentar el poder y la posición económicos para imponer sus predilecciones". [3] (...)

Esto da lugar a una diferencia específica entre las experiencias de las lesbianas y las de los hombres homosexuales. A una lesbiana, que oculta sus preferencias en el trabajo por los prejuicios heterosexistas, no sólo se le fuerza a negar la verdad de sus relaciones fuera del trabajo o en su vida privada; su trabajo depende de que pretenda ser no sólo heterosexual, sino una mujer heterosexual en términos de vestir y actuar el papel femenino y deferente, requerido de las mujeres "reales". (...)

La heterosexualidad obligatoria simplifica la tarea del proxeneta y del alcahuete en los círculos de prostitución universales y en los "centros eros" mientras que, en la privacidad del hogar, lleva a la hija a "aceptar" la violación incestuosa de su padre a la madre, a negar que ello está ocurriendo, a la esposa golpeada a permanecer con un esposo abusivo. "Hacer amigos o cortejar" es una de las prácticas más importantes del alcahuete, cuyo trabajo consiste en entregar la muchacha escapada o confusa al chulo para que la prepare. La ideología del amor heterosexual, transmitido a ella desde la infancia por los cuentos de hadas, la televisión, las películas, la propaganda, las canciones populares, las ceremonias nupciales, es un instrumento idóneo en manos del alcahuete, y uno que no duda en usar, como documenta Barry. El temprano adroctrinamiento femenino en "amor" como emoción puede ser en gran parte un concepto occidental; pero una ideología más extendida profesa la primacía y la incontrolabilidad del impulso sexual masculino. (...)

El supuesto de que "la mayoría de las mujeres son innatamente heterosexuales" destaca como una piedra de choque para el feminismo. (...) Sin embargo, la omisión en examinar la heterosexualidad como una institución es como la omisión en admitir que el sistema económico llamado capitalismo o el sistema de castas del racismo se mantiene por una variedad de fuerzas, incluyendo tanto la violencia física como la falsa conciencia. (...)

He escogido usar las expresiones de existencia lesbiana y continuo lesbiano porque la palabra lesbianismo tiene resonancias clínicas y limitantes. La expresión existencia lesbiana sugiere tanto el hecho de la presencia histórica de las lesbianas como de la creación continua del significado de esa existencia. Con el término de continuo lesbiano me propongo incluir una gama de experiencias identificadas con la mujer a través de la vida de cada mujer y a través de la historia y no simplemente el hecho de que una mujer haya tenido o deseado conscientemente experiencia sexual genital con otra mujer. Si lo expandimos para que incluya muchas más formas de intensidad primaria entre mujeres, como el compartir una vida interna rica, la asociación contra la tiranía masculina, el dar y recibir apoyo práctico y político si también podemos detectarlo en tales asociaciones como resistencia al matrimonio (...) empezamos a captar dimensiones de la historia y la psicología femeninas que han quedado fuera de nuestra comprensión como consecuencia de definiciones limitadas, casi todas clínicas del lesbianismo.

La existencia lesbiana comprende tanto la ruptura de un tabú como el rechazo de un modo de vida obligatorio. También es un ataque directo e indirecto al derecho masculino de acceso a las mujeres. (...)

Históricamente, las lesbianas han sido privadas de una existencia política mediante su supuesta inclusión como versiones femeninas de la homosexualidad masculina. Poner en el mismo plano la existencia lesbiana y la homosexualidad masculina porque ambas son objeto de estigma es borrar la realidad femenina una vez más. Obviamente, parte de la historia de la existencia lesbiana se encuentra donde las lesbianas, a falta de una comunidad femenina coherente, han compartido una especie de vida social y de causa común con los hombres homosexuales. Pero hay diferencias: la falta de privilegios económicos y culturales de las mujeres con respecto a los hombres, las diferencias cualitativas entre las relaciones femeninas y las masculinas—por ejemplo, los patrones de sexo anónimo entre homosexuales masculinos y la pronunciada consideración de la edad en los patrones de atractividad sexual entre los hombres homosexuales. Yo percibo la experiencia lesbiana, como la maternidad: una experiencia profundamente femenina, con opresiones, significados y potencialidades particulares que no podemos comprender si simplemente las engrapamos con otras existencias sexualmente estigmatizadas. (...)

Si consideramos la posibilidad de que todas las mujeres—desde la infante que mama del pecho de su madre a la mujer crecida que experimenta sensaciones orgásmicas al dar de mamar a su propia progenie, tal vez al recordar el olor de la leche de su madre en el de la suya propia, a dos mujeres, como la Cloe y la Olivia de Virginia Woolf, que comparten un laboratorio, a la mujer que muere a los noventa, tocada y cuidada por manos de mujer—existan en un continuo lesbiano, podemos vernos como saliendo y entrando a este continuo, ya sea que nos identifiquemos como lesbianas, o no. (...)



No se puede suponer de las mujeres como las que aparecen en el estudio de Carol Smith-Rosenberg que se casaron, seguían casadas y, sin embargo, vivían en un mundo femenino profundamente emotivo y pasional, que hayan preferido o escogido la heterosexualidad. Las mujeres se han casado porque era necesario para sobrevivir económicamente, para tener descendencia que no sufriera de privaciones económicas ni del ostracismo social, para permanecer respetable, para hacer lo que se espera de una mujer, porque, al provenir de una niñez supuestamente anormal querían sentirse como normales y porque se ha presentado el amor heterosexual como la gran aventura, deber y consumación para la mujer. Podemos haber obedecido a la institución de la heterosexualidad fiel o ambivalentemente, pero nuestros sentimientos—y nuestra sensualidad—no han sido domados ni contenidos dentro de ella. (...)

La doble vida—este consentimiento aparente de una institución fundada en el interés y las prerrogativas masculinas—ha sido característica de la experiencia femenina: en la maternidad y en muchos tipos del comportamiento heterosexual, incluyendo los rituales del cortejamiento; la pretensión de asexualidad de la esposa decimonónica; la simulación del orgasmo de la prostituta, de la cortesana, de la mujer "sexualmente liberada" del siglo XX. (...)

La identificación femenina es una fuente de energía, un dínamo potencial del poder femenino, cercenado y contenido por la institución de la heterosexualidad. La negación de la realidad y de la visibilidad a la pasión de la mujer por la mujer y a la elección de una mujer por otra como aliada, como compañera de vida y como comunidad, el forzar tales relaciones al disimulo y a su desintegración bajo intensa presión han significado una pérdida incalculable del poder de todas las mujeres para cambiar las relaciones sociales entre los sexos, para liberarnos cada una y las unas a las otras. La mentira de la heterosexualidad femenina obligatoria daña ahora no sólo los estudios feministas, sino todas las profesiones, todas las obras de referencia, todos los planes de estudio, toda relación o conversación sobre la que se cierne. (...)



Otro nivel de la mentira es la implicación que se encuentra con frecuencia de que las mujeres se vuelven hacia las mujeres por odio a los hombres. El escepticismo profundo, la precaución y la justa paranoia acerca de los hombres puede de hecho formar parte de la respuesta de cualquier mujer sana a la misoginia de la cultura dominada por los hombres, a las formas asumidas por la sexualidad masculina supuestamente normal, y por la incapacidad, incluso por parte de hombres supuestamente sensibles o politizados de percibir o considerar estos asuntos como perturbadores. Se representa también la existencia lesbiana como un mero refugio de los abusos de los hombres más que como una carga ecléctica y reforzadora entre las mujeres. (...)

Podemos decir que hay un contenido político naciente en el acto de elegir a una amante o a una compañera de vida mujer frente a la heterosexualidad institucionalizada. Pero para que la existencia lesbiana consume este contenido político en una forma liberadora hasta las últimas consecuencias, la decisión erótica debe profundizarse y expandirse en una identificación femenina consciente: en un feminismo lesbiano.

La obra que queda por delante, la de desenterrar y describir lo que aquí llamo "existencia lesbiana" es potencialmente liberadora para todas las mujeres. (...)

La cuestión surgirá inevitablemente: ¿Debemos condenar todas las relaciones heterosexuales, incluyendo las menos opresivas? Creo que este asunto, aunque con frecuencia emotivo, está mal planteado aquí. Hemos estado empantanados en un laberinto de dicotomías falsas que nos impide aprender la institución en su conjunto: matrimonios "buenos" contra "malos"; "matrimonio por amor" contra matrimonio arreglado; sexo "liberado" contra prostitución; relaciones sexuales heterosexuales contra violación [4]; Liebeschmerz [5] contra humillación y dependencia. Desde luego, dentro de la institución de la heterosexualidad existen diferencias cualitativas de experiencia; pero la ausencia de alternativa sigue siendo la gran realidad no reconocida, y por la ausencia de alternativa, las mujeres seguirán dependiendo de la oportunidad o de la suerte de relaciones particulares y no tendrán el poder colectivo para determinar el significado y el lugar de la sexualidad en sus vidas.

(Notas):

[1] Kathleen Gough, "The origin of the family" en Toward an anthropology of women (Hacia una antropología de las mujeres) ed. Rayna [ Rapp] Reiter (New York: Monthly Review Press, 1975), p. 69-70.

[2] Frans P. Hosken "The violence of power: Genital mutilation of females" ("La violencia del poder: La mutilación genital de las mujeres'), Heresies: A Feminist Journal of Arts and Politics 6 (1979): 28-35.

[3] Catharine A. MacKinnon, Sexual Harassment of Working Women: A Case of Sex Discrimination (New Haven: Yale University Press, 1979), p. 174.

[4] Dicotomía que funciona en inglés, no en castellano. N. del T.

[5] Dolor de amor. N. del T.

fuente: Adrienne Rich, traducido por Ricardo Martínez Lacy del texto reproducido en Powers of Desire

domingo, 21 de febrero de 2010

Carlos Álvarez. Hombre, gay, padre y afrodescendiente

Padre de dos hijas, uruguayo de nacimiento y argentino por adopción, Carlos Alvarez hace de su identidad como hombre gay y afrodescendiente una militancia cotidiana, tanto en la organización Africa y su Diáspora como en la Federación Argentina de Lesbianas, Gays y Trans.



¿Cómo fue tu comming out?

—Mi comming out fue bastante difícil. Yo en principio era un militante afro y tenía mis prácticas ocultas. Era difícil compartirlo con mi familia y grupo de amigos. Hoy, años después, recordamos cuando les mentía para hacer escapadas y nos reímos, pero en su momento no fue fácil. En muchos contextos de Latinoamérica no es fácil. A mí me empezó a hacer ruido todo esto de tener una doble vida, yo tenía en claro que era insalubre y no podía sostenerlo por mucho tiempo más. Ahí fue cuando comencé a romper puertas. Yo tengo dos hijas, de seis y siete años, y una de las cosas que yo siempre quise es que las mamás de ellas siempre supieran que soy gay y que sólo las iba a acompañar en la paternidad. Eso es algo que siempre quise, así como también que mis hijas siempre supieran que yo soy homosexual desde cero. Yo estoy re feliz porque ellas conocen a mis novios, nos fuimos de vacaciones juntos, mis hijas comparten todo conmigo. A mí me parece que si lo vivís con naturalidad y demostrás una naturalidad, ellas lo absorben.

¿Creés que es más difícil para un afro salir del closet?

—Depende del contexto, por supuesto. Nosotros tenemos contactos con muchas organizaciones africanas y lo que nos cuentan es desgarrador: el hostigamiento, las muertes que han tenido y las prácticas homofóbicas en todo el continente. Es muy triste que sigan pasando estas cosas en el siglo XXI. En la Argentina, nuestro posicionamiento también es bastante complejo porque, por un lado, uno tiene una lucha clara contra la discriminación y la violación a los derechos humanos en cualquier parte del mundo pero, por el otro, hay que tener en cuenta la coyuntura de cada uno de los países. Así como en Sudáfrica se logró instalar el matrimonio gay, en Uganda están matando a las parejas homosexuales. Por eso, cada nación debe tener su propio proceso.

¿Cómo surgió la Asociación Civil Africa y su Diáspora?

—La organización nació como una revista en el año ‘96, a partir de la iniciativa de varios compañeros que querían promover acciones en la Ciudad de Buenos Aires, basadas en políticas para la comunidad africana. En aquel momento no circulaba ningún tipo de información con respecto a lo que sucedía con la movida afro, por lo que era urgente la necesidad de contar con una publicación que propiciara una propuesta de participación de los afroargentinos. Africa y su Diáspora surge después, con un concepto amplio e integrador, que involucra a todos los nativos y descendientes que se encuentran en el continente.

Naciste en Uruguay y allí comenzaste tu militancia en contra de la discriminación racial. ¿Cómo llegaste a la organización?

—Ni bien me instalé en Buenos Aires, comencé a realizar recorridas por distintas organizaciones que trataran el tema de la segregación étnica. Sinceramente tenía muchas ganas de trabajar en una asociación que albergara los derechos de las comunidades afro; por eso, cuando di con Africa y su Diáspora, inmediatamente enganché con el perfil de mis compañeros. Además tenían una propuesta clara que explicaba cómo tener políticas públicas, generar acciones y visibilizar la cuestión de todos los afrodescendientes. Así fue como comencé a integrarme a la organización y, rápidamente, me ofrecieron incorporarme a la Secretaría General, lugar en el que me desempeño hoy.

Hasta el momento, ¿cuáles fueron los logros de la asociación?

—Yo creo que el éxito más importante es la incorporación de la pregunta sobre el origen poblacional afroargentino en el Censo 2010, que va a cambiar profundamente las condiciones de la comunidad en el país, ya que hace más de 115 años que no se revelan datos sobre los pueblos africanos. De esta manera, luego de diversas tratativas, se logró un acuerdo con el Indec, y de aquella negociación surge el siguiente interrogante: “¿Usted o alguna persona de este hogar es o tiene antepasados de origen afrodescendiente o africano, ya sea padre, madre, abuelo o bisabuelo?”. A raíz de la pregunta, vamos a saber cuántos somos, en qué condiciones estamos y de qué manera vivimos. Desde allí partiremos con una lucha más clara en la determinación de políticas públicas y en la cobertura de necesidades históricas.

¿Cómo llegás desde la militancia contra el racismo en el marco de Africa y su Diáspora hasta la lucha contra la homofobia y el machismo?

—Soy activista desde los 18 años y, si bien desde esa época ya sabía que me gustaban los chicos, me resultó sumamente complicado el hecho de politizarme abiertamente como afro gay. Por eso militaba contra el racismo, por un lado, y mantenía mis prácticas ocultas, por el otro. A medida que pasó el tiempo y, más fuertemente cuando llegué al país, me he dado cuenta de que no es lo mismo ser un gay negro, que un gay blanco. Principalmente, en los boliches y otros lugares de levante veía que las cosas eran distintas para nosotros: están las maricas burguesas que miran por arriba con asco, como también aquellos que quieren cumplir la fantasía de estar con un negro y les genera morbo. Es así como se me ocurrió armar un espacio para pensar todo esto; principalmente, con el objetivo de verificar de qué manera incide la discriminación racial dentro de la comunidad homosexual y, además, para luchar contra las prácticas homofóbicas y sexistas dentro del colectivo afro. Así, la lucha contra la homofobia y el racismo debían ir de la mano.

¿Creés que hay un paradigma de belleza en la comunidad gay que legitima al blanco y que, por el contrario, el negro sólo es tomado como objeto de exotismo y fantasía?

—Absolutamente. Me acuerdo de que cuando me levantaba a un chico y me decía: “Vos sos el primer negro con el que estoy”, yo le contestaba: “Vos sos el blanco número 44”. La verdad es que esos comentarios son bastantes chocantes y en la Ciudad de Buenos Aires pasa mucho esto: vienen, te interrogan, te avasallan, se acercan y no les importa nada. En Uruguay la tenía mucho más clara y me movía con más facilidad en el ambiente. Acá fue todo un aprendizaje y, de repente, tuve que hablar un nuevo lenguaje totalmente desconocido.

Ahora bien, en el marco de Africa y su Diáspora, ¿hubo militantes que adoptaron actitudes homofóbicas con respecto a la lucha contra la discriminación sexual y de género?

—Sí. La sociedad africana también se encuentra impregnada por cuestiones ideológicas y por un conocimiento negativo de lo que es ser gay o lesbiana. Por otro lado, en el marco de los debates dentro de la organización, surge una cuestión que es necesario tener en cuenta. Muchos dicen: “Nosotros vamos a abogar por la no discriminación de los homosexuales, pero ellos nunca hablan de la importancia de no segregar al afrodescendiente”. Es así como nos dimos cuenta de la importancia de trabajar en profundidad estos temas, no sólo en el interior de la comunidad sino también con todos los gays y lesbianas que tienen una mirada bastante conservadora y racista. Por eso es necesario entender que no es lo mismo ser un homosexual afro que blanco, como tampoco es igual esta situación en la ciudad que en el interior del país. Hay mucha homofobia en la comunidad africana, como mucho racismo en el ambiente gay. Aunque también es cierto que en la Federación Argentina (Falgttb) tenemos un espacio para trabajar estos temas y es la Secretaría de Asuntos Etnicos. Por eso, los enemigos no debemos ser nosotros sino la transfobia, la homofobia y la lesbofobia. No nos tenemos que dividir por más que nuestros campos de acción sean distintos. Esa mentalidad tiene que cambiar.

En lo personal, ¿te tocó atravesar alguna situación de discriminación racial u homofóbica que te haya marcado profundamente?

—En realidad, viví varios episodios. Uno de ellos fue cuando no me dejaron entrar a un boliche porque soy afro, directamente por mi color de piel. Me chamullaron con que 'la casa se reserva el derecho de admisión', para luego decirme que no me dejaban entrar porque soy negro. También me pasó que no me frenaran los taxis porque una persona de color genera inseguridad o que me paren en la calle para pedirme marihuana, porque algunos tienen internalizado el estereotipo del negro con rastas y fumanchero. Sin embargo, hay varios aspectos positivos de mi vida que contrarrestan ese tipo de vivencias. Soy educador popular y trabajo con adolescentes, por lo que me enorgullece ver la repuesta positiva que, día a día, obtengo de ellos. Los jóvenes de hoy tienen una postura formada y quieren ser parte de los cambios. A ellos no les importa si soy afro o gay; por ello, aquellas cosas son las que me generan una gran y verdadera satisfacción.


fuente: Página 12 / Soy

sábado, 20 de febrero de 2010

Hay que revisar la masculinidad hegemónica para evitar infartos

La semana pasada, la psicoanalista Débora Tajer, autora del libro Heridos corazones. Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, advirtió sobre los nuevos problemas cardíacos en las mujeres. Sin embargo, la actualidad mostró otra cara del corazón: las operaciones de urgencia de Néstor Kirchner y Bill Clinton. La relación entre el poder, enfermedad y género son analizados, esta vez, y al ritmo de la actualidad, por la misma psicoanalista.

Frente al impacto que tuvo el problema de salud que aquejó al ex presidente (Néstor) Kirchner podemos visualizar cómo se expresa uno de los núcleos de la vulnerabilidad coronaria en los varones. La construcción de subjetividad necesaria para el ejercicio de altos cargos de poder y liderazgo social genera vulnerabilidad coronaria y vascular. Esto es muy diferente a colocarlo como un problema de patología psiquiátrica (como dijeron algunos periodistas) ya que no es un problema individual y no se resuelve sólo con la gestión técnica médico-psicológica.

Es un modo de construir subjetivi Edades, que tiene un alto impacto en el cuerpo, y que genera que sea la enfermedad con mayor incidencia, en nuestras sociedades, en varones luego de los 35 años. Los hombres que lo padecen, por lo general, tienen una cuota concentrada de masculinidad hegemónica porque, paradójicamente, casi las mismas “virtudes” que se les piden para los cargos de liderazgo (hacerse cargo de todo y de todos, que todas las tareas se conviertan en trabajo y/o militancia, desdeñar el tiempo libre no reglado, confiar en muy pocos, sobresalir y destacarse) son las pautas que los conducen a enfermarse.

Por eso, el hincapié debe estar en revisar este ideal social, ya que, de no hacerlo, muchos de los que supusieron que sólo a Kirchner le podría pasar, deberán empezar a poner sus barbas en remojo. Incluso, esta semana también ha sido hospitalizado Bill Clinton por un problema agudo coronario que se resolvió con la colocación de dos stents.

Pero no sólo el camino al éxito gatilla la enfermedad coronaria, también las traiciones las generan. Como bien señala el tango, se produce por “el dolor de ya no ser”. Es un tipo de problemática cuyo desencadenamiento agudo puede acontecer luego de un gran esfuerzo, pero también en un momento de desencanto con respecto al lugar que –se supuso– se ocupaba. O en una situación en la cual el sujeto percibe que no estuvo, según sus parámetros, a la altura de la circunstancias.

Podemos destacar la importancia de entender que gran parte de la determinación del riesgo de esta problemática en salud son los costos en el cuerpo del sostenimiento de la hegemonía. Y comprenderlo puede ser un modo de ingreso al convencimiento de los varones de que ser el género con mayor poder social tiene sus costos.

De hecho, en casi todas las sociedades como las nuestras, los varones tienen 7 años de expectativa de vida menos que las mujeres. Y las razones que arman esta sobremortalidad masculina son dos: los accidentes y muertes violentas (entre los 15-25 años) y las enfermedades coronarias (a partir de los 35 años). Ambas, determinadas por los modelos de género masculinos que idealizan estas mismas sociedades.

Por lo tanto, nuevas relaciones entre los géneros pudieran pronosticar un cambio en estos perfiles epidemiológicos. No es poco decir, ¿verdad?

fuente: Página 12 / Las 12

miércoles, 17 de febrero de 2010

Ser mujer en el Holocausto. Exposición en Granada

El Museo del Holocausto (Yad Vasehm) en Jerusalén, galardonado en 2007 con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, mostrará por primera vez en España el testimonio femenino de los judíos asesinados por los nazis abordando la temática de la mujer a través de sus estrategias para sobrevivir.

La sala de exposiciones temporales del Centro Cultural de CajaGranada Memoria de Andalucía en la capital granadina mostrará la exposición bajo el título "Manchas de luz. Ser mujer en el Holocausto", que recorre a través de 17 proyecciones multimedia la dimensión humana que subyace al relato histórico de lo ocurrido en el Holocausto, ha informado la comisaria de la muestra y directora del Museo Yad Vashem, Judith Inbar.

La muestra crea un espacio para la singular voz de las mujeres, ofreciendo una perspectiva de cuestiones como la feminidad, la alimentación, la amistad, la fe, la maternidad, el amor, la creatividad, el cuidado al prójimo, la vida cotidiana o la resistencia y partisanos.

También trata de evidenciar las estrategias que usaron mujeres para sobrevivir y conservar su dignidad como seres humanos, así como el relato sobre la manera en que vivieron el Holocausto, en el que murieron más de tres millones de mujeres, adolescentes y niñas.

"Las mujeres tomaron la decisión de no ser víctimas y lo consiguieron haciendo que cada momento fuera importante", ha manifestado Inbar, que ha señalado que el énfasis de la exposición se pone sobre la mujer adulta, aquella que por su edad podía tomar decisiones y que se sentía comprometida con el grupo que la rodeaba.

Esta muestra sólo se ha exhibido en dos ocasiones fuera de Jerusalén: en 2008 en la ciudad alemana de Dresde y el año pasado en la italiana Siena, por lo que los organizadores se han mostrado satisfechos de que ahora sea el turno de mostrarla en España después de dos años de "duro trabajo".

Así lo ha indicado la coordinadora en Granada de la exposición, Alicia Ramos, quien, muy emocionada, ha agradecido a cada una de las instituciones, organismos y asociaciones que la han hecho posible: "Es una muestra de cómo las mujeres, con pequeñas acciones, se resistieron a los hombres, por lo que representa una parte importante de las mujeres de Europa que no debemos olvidar".

fuente: radiogranada.es